lunes, 11 de junio de 2007

Censura



La estupidez es una enfermedad, los Arias, el gobierno y sus colaboradores son los principales infectados. Por dicha muchos de nosotros; ciudadanos Costarricenses, con pensamiento e inteligencia estamos inmunes a su enfermedad.

Tomado de: http://www.notlc.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta fue la aclaración del señor presidente Oscar Arias, publicada el sábado 09 de junio en el periódico La Nación.


Un malentendido

Mi pacifismo me impulsa a apoyar toda forma de expresión

Óscar Arias Sánchez
Presidente de la República


Con hondo pesar he leído en este periódico que algunos integrantes de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Costa Rica se encontraban molestos conmigo, pues suponían, erróneamente, que yo había girado la orden para que se les acortara el programa a interpretar el 4 de junio, en la celebración del aniversario 80 del Ministerio de Salud.

Según el malentendido, yo me habría molestado por la interpretación de laObertura 1812 , del compositor ruso Pyotr Ilyich Tchaikovsky, supuestamente con el argumento de que el contenido bélico de la composición contravenía mi pacifismo. Nada más alejado de la realidad. Mi pacifismo me impulsa, más bien, a apoyar toda forma de expresión, particularmente la artística, independientemente de si contra- viene o no mis convicciones políticas, porque la flor de la paz brota precisamente de la semilla de la tolerancia.

Exactamente una semana antes del aniversario del Ministerio de Salud, en el Auditorio Nacional, un dúo de compositores nacionales interpretó en mi presencia una canción de crítica a mi gobierno y a mi persona. Yo me sentí complacido de estar ahí, escuchando por primera vez esa pieza, porque no le temo a la crítica. Si no me molestó esa canción, ¿cómo me va a molestar una obra maestra del siglo XIX?

Máximo disfrute. No acostumbro tener ningún control ni injerencia sobre el programa de las actividades a las que asisto. Las personas me piden que los acompañe en una ocasión en que les gustaría mi presencia, y yo, desde luego, acudo en calidad de invitado. Como tal, no giro instrucciones como si fuera el organizador del evento. Simplemente disfruto del programa, particularmente si cuenta con un buen número cultural, como el que la Orquesta ofreció en esa ocasión. No sé cuál es el origen de esta confusión particular, pero los costarricenses pueden tener la certeza de que jamás pediría que acortaran una interpretación musical, porque es precisamente la parte que más disfruto en actividades como esta.

Siempre he sido un gran amante de la música. Y en ninguna circunstancia rechazaría una obra de Tchaikovsky, a quien considero uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. Pretender que yo rechazaría laObertura 1812 por bélica, sería como decir que rechazo la Tercera Sinfonía de Beethoven, laHeroica , por ser inspirada en Napoleón Bonaparte y “compuesta para festejar el recuerdo de un gran hombre”, en palabras del propio Beethoven. Sería, también, como pretender que objete la interpretación deMarte enLos planetas de Gustav Holst, solo por ser una gran musicalización del “portador de la guerra”. Ejemplos como estos hay miles, y no me negaría a escuchar uno solo de ellos.

Excelso mecanismo. La música es un mecanismo de expresión, uno de los más excelsos que existe. Como tal, sirve para comunicar todo el inagotable acervo de emociones humanas, desde la ira hasta el amor, desde la admiración hasta el enojo, desde el éxtasis hasta la quietud. Sirve para retratar escenas bucólicas de enamorados, o el más aguerrido espíritu de un soldado. Censurarla sería tanto como aniquilar la libertad de expresión y reducir al ser humano a un simple autómata incapaz de generar mayor belleza que la que ya habita la Tierra. No seré yo quien lo haga.

Dentro de las muchas críticas merecidas que puedo recibir en mi gestión, censurar la música definitivamente no es una de ellas. Tan solo en las dos últimas semanas, estuve presente en la entrega de los Premios ACAM e inauguré el Sistema Nacional de Educación Musical (SINEM), porque estoy convencido precisamente de que la música es un fenómeno de alquimia, imprescindible para que los costarricenses desarrollen su sentido de tolerancia y perfeccionen su sensibilidad artística.

Le deseo lo mejor a la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Costa Rica; espero que siga por la senda de éxitos por la que actualmente transita y que cuente siempre con mi apoyo. Algún día, ojalá no muy lejano, podré escucharla nuevamente, interpretando laObertura 1812 o cualquier otra de las maravillosas composiciones que recorren la historia de la humanidad.